Y llega el
invierno, todo se vuelve oscuro. El verano se ha ido y con él, el sol. Las
risas quedan ahogadas en el vaho al respirar. La gente se esconde bajo capas y
se encierran mas en si mismos. Las ilusiones de los niños crecen y las de los
padres decrecen por no poder darle a sus hijos todo lo que quiere, por la
maldita crisis. Y te pones a pensar en el año. En momentos o en general y lo
comparas con lo que tenis previsto hacer. Y ves que nada te ha salido como planeabas,
pero que ha merecido la pena. Para mí ha sido un año lleno de experiencias
nuevas. Tanto como viejas, muchos han salido de mi vida y me he dado cuenta de
quien en verdad merece la pena. He conocido a gente que se ha ganado un gran puesto
en mi corazón. Con amores pasajeros y viajeros. Con risas y lloros. Pero lo que
yo saco de este año es que soy más madura y fuerte que el anterior y menos que el
que viene. Que no merece la pena llorar por quien ha superado su cupo de lagrimas
derramadas, de que aunque lo intentes nada, nada, volverá a ser como antes. De
que las verdaderas amigas están contigo en las buenas, en las malas y en las
peores. Pero lo único que tengo claro de este año. Es que no me arrepiento de
nada. He sido feliz a mi manera, tal vez todo no ha acabado como pensaba, pero
aun así ha estado bastante bien. Así que no tardes Navidad. Que tu alegría inunda
las calles cuando las esperanzas no lo hacen.