martes, 4 de marzo de 2014

Deslizando el dolor


Flashback

Recuerdo cuando éramos pequeños, y él siempre cuidaba de mi, su hermana pequeña, tan solo por meses, pero me cuidaba. De repente no sé lo que sucedió pero se le ensombreció la mirada, el aguamarina de sus ojos se convirtieron en un oscuro mar revuelto, de rabia y dolor, nadie sabe que le ocurrió.

Recuerdo un día en el parque, en ese mismo parque, que él me dijo que si jugábamos a un juego. A simple vista el juego no parecía dañino ni retorcido pero poco a poco me di cuenta, con mi poca conciencia de cinco años, de que lo que estaba intentando.

Intentaba matarme, primero me llevo al lago, en el que casi me caigo si no llega a ser por una rama de un árbol, después continuo mi tortura en los columpios en los que él me empujaba cada vez más fuerte, intentando que yo cayese, todo se soluciono cuando llego mi madre y vio el terror y el pánico en los ojos. Desde ese día mi hermano y yo, no volvimos a ser hermanos. Y lo peor es que ese no fue su único intento…

Volviendo al presente

Mi hermano no s feo, ha cambiado mucho durante este tiempo, pero ese vacío en sus ojos sigue ahí, haciéndome sentir pequeña, indefensa. Es un chico de 19 años bastante atractivo, musculoso pero no petado, de piel bronceada y cabello castaño. Pero sus ojos siguen fallando en ese rostro de inocencia, que no engaña a nadie.

Seguía teniendo su rostro a centímetros del mío, por lo que no podía ver el movimiento que yo estoy haciendo en mi manga, hasta que siente el arma en su muslo, por el brillo que toman sus ojos, ha reconocido la forma y el calibre.

-Wow- dice, no parece nada asombrado, pero eso me da igual- veo que devuelves los golpes con las mismas armas, pequeña.

-No me digas pequeña- eran las primeras palabras que le dirigía y mi voz ya estaba temblando, no puede ser así, reacciona.- No eres nadie.

- Sigo siendo tu hermano- la sonrisa no desaparece de su cara, así que aprieto más el arma contra su muslo, ningún rastro de dolor, mierda.

-Perdiste ese nombre hace demasiado tiempo, no tienes derecho ni a estar aquí – la rabia se ha apoderado de mi- deberías estar pudriéndote en una cárcel, o mejor muerto.

Ahora sí, la sonrisa desaparece de sus ojos y de su rostro, bien, conseguido.

-No me hables así- su mano se acerca peligrosamente a mi cuello, cualquiera puede pensar que me va a acariciar pero yo se que no. Así que cuando sus gélidos dedos lo rozan, aprieto el gatillo.

Ningún grito, simplemente una expresión de horror cruza su rostro, me cubro con la trenca y me alejo corriendo de allí, sin mirar atrás.

Corro como si la vida se me escapase, y la verdad es que la acabo de perder, el juego acaba de empezar, y este no es el final, sino el principio.

El principio del juego que me costará la vida.