Pase ese fin de
semana entre visitas a Lara y sueños cada vez más escalofriantes, no había
respuesta alguna de mi mensajero. Esperaba no haber perdido la comunicación,
con él, justo en el momento clave, y…como si me leyese la mente, que estoy
segura que lo hace, mi móvil vibra con la aparición de una respuesta que yo ya sabía.
“Preparado. Cuando usted quiera mi capitana”
Llevo esperando
esto demasiado tiempo, la adrenalina me recorre las venas y a la vez me las
contamina.Todo.Tiene.Que.Salir.Perfecto.
Sabía a dónde
tenía que ir, donde empezaba el juego, y donde si la suerte estaba de mi parte.
Acabaría para siempre. Me dirijo a paso tranquilo, ataviada con lo de siempre:
mi preciosa trenca roja y mi gorro negro. Ando con paso firme, decidido, no voy
a vacilar, no esta vez. Cuando llego, le envío un mensaje a mi nuevo compañero
de equipo.
“Lista”
Cinco letras, dos
silabas. Su respuesta, me satisface.
“Corrijo. Listos”
Me siento en el
banco de siempre, me pongo los cascos y dejo que ocurra, de repente, el agua de
la fuente que tengo al lado, deja de fluir. Esta aquí, ya ha llegado. No sé por
donde aparecerá, pero al menos, ya le he visto la cara. Dejo que se deslice por
debajo de la manga de mi trenca, solo asomando la punta, invisible, fría,
mortificante. Estoy tan concentrada en mis pensamientos y en dejar que no se me
caiga, que casi pego un salto cuando el banco cruje bajo el peso de otro
cuerpo. Sigue igual, la misma forma de sentarse, de mirarme e intimidarme, solo
que esta vez no me dejo. Me giro lentamente devolviéndole la mirada, sin dudas,
sin remordimientos. Sintiendo el frio del metal en mí manga. Una frase, mil
recuerdos.
-Hola pequeña. –
hace una pausa para dirigirme una sonrisa sincera, que buen actor. Se acerca a
mi cara, no ha cambiado mucho, lo que ocurre es que la última vez que lo vi
tenía la cara llena de sangre, mi sangre- ¿Me has echado de menos? Hermanita.