Nunca había temido
a la muerte hasta ahora, mis sueños relataban historias, de gente a la que conocía,
a la que quería. El último y mas atemorizante era sobre ella, Lara, la pequeña
y dulce niña que había conocido en esa cafetería.
El sueño se basaba
de una simple imagen, blanca y nítida, la dulce niña reposaba sobre unas
sabanas blancas y con el rostro inmaculado, como dormida. Y eso es lo que más temía
que no estuviese dormida durante solo un rato… Todos mis sueños anteriores, se habían
realizado, no de manera exacta pero si similar. Estaba terriblemente asustada.
Esa mañana había sido
la tercera vez que había tenido el sueño sobre Lara, así que preocupada, decidí
hacerle una visita. Mis pasos sobre la acera resonaban al son de la música que emitían
mis cascos, no podría vivir sin ellos. Al pasar por delante de un escaparate,
vi mi reflejo en el cristal. Me di cuenta de que había engordado, no se notaba
mucho, pero para mí era demasiado. ’Normal’
me dije ‘ estos días has estado
comiendo sin parar por tu depresión post-ruptura’, necesitaba quitarme esos
kilos de más, ya lo arreglaría cuando llegase a casa. Sobre mi ruptura, había decidido
terminarlo lo antes posible así que, al día siguiente de ver al amor de mi vida
con su novia, me dirigí a su casa. Con tranquilidad llame al timbre, y cuando e
abrió, con toda la educación que mi rabia me permitía; le dije todo lo que había
visto y le propicie todos los insultos que me había preparado mentalmente. Llegaron
las disculpas y los rogos, pero mi una respuesta fue una agitación de cabeza y
me di la vuelta sobre mis talones y ahí lo deje, al amor de mi vida. No me
dolió tanto como me esperaba, es más, lo supere e incluso intente fijarme en otros
chicos al cabo de los días.
Volviendo a la actualidad.
La cafetería estaba como siempre y las risas de los clientes llenaban el
ambiente junto con el sabroso olor a café que reinaba en el aire, después de
haber pedido un café macchiato y le pregunté al padre de Lara por esta misma.
Me indicó que la cría estaba jugando con la pelota en la parte de atrás de a
cafetería, así que sin pensármelo me dirigí hacia allí.
Lara jugaba con
una pelota a chocarla contra la pared, pero cuando me vio dejo que la pelota se
alejara hacia algún sitio y vino corriendo y con los brazos abiertos hacia mí. Me
sentí pequeña ante esa gran sonrisa, que desapareció de mi rostro en cuanto
sucedió. Demasiado rápido, sin respiración, nublándose, todo cayó, todo se
silenció para mí.
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