domingo, 2 de febrero de 2014

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Como hoy me habéis echo un poquito de más caso y estoy de muy buen humor, os dejo un poquito más.
En pocos segundos la chiquilla que brillaba con luz natural fue arrollada por una bicicleta roja conducida por un chaval que no se detuvo para ver su desastre pero que si se llevo su merecido al estamparse contra un escaparate de una tienda de fotografía, no me preocupaba. Impulsada por el miedo corrí hacia la niña, aún respiraba pero tenía un golpe muy feo del que emanaba sangre por detrás de la cabeza, no me gustaba, no quería que esto sucediese. Su padre salió por la puerta alarmado por el golpe y  cuando me vio abrazada al cuerpo inerte de su hija, se derrumbo, corrió hacia su hija y la beso, empapándose sus carnosos labios de sangre, sin impórtale nada. Mientras las lagrimas y la sangre en su cara se mezclaba como un espectáculo de dolor inconsolable, reaccione.
Marque el número de emergencias que jamás pensé que utilizaría, a los pocos minutos apareció una ambulancia y todo se hizo caos. La mitad del personal médico se dirigió al herido conductor, pero a nadie parecía importarle su estado de salud. Frente a una niña de no más de 5 años que había sufrido un terrible golpe en la cabeza y estaba perdiendo mucha sangre. Acompañada de su padre envuelto en sangre y lagrimas que se convulsionaba a su lado y de mí una ¿ amiga? ¿conocida? que había reaccionado pero que seguía parada. Se llevaron a la pequeña en ambulancia y yo pedí un taxi durante el jaleo para acompañar, no iba a dejarla sola y menos aún a su padre, que estaba en un estado entre el shock y la rabia , el miedo y el dolor.
Llegamos al hospital en menos de 10 minutos ya que se encontraba cerca de la cafetería, pero diez minutos, son diez minutos para Lara entre la vida y la muerte. No estudiaría medicina pero tenía suficiente conocimiento para saber que esa herida y ese golpe no la dejarían indiferente, y que eran lo suficientemente graves para acabar con su risueña risa.
Los hospitales huelen a enfermedad, y todos lo sabemos, nos aportan miedo, dolor, sufrimiento y a veces si te fijas bien puedes sentir un poco de esperanza, alegría , amor y luz. No recuerdo la última vez que visite un hospital…no era un sitio que me gustara visitar. Pero, me quedo pillada, no se que más decir. La veo pasar en una camilla con sabanas blancas  y con el rostro inmaculado. Mis piernas me fallan y me derrumbo ante todos los pacientes que se encuentran paseando por los pasillos.

No se controlarme, pero se que se estoy llorando, y que alguien me está hablando. No noto nada solo una mano fría rozarme la cara, como un ángel, como una sueño pero lo único que encuentro al abrir los ojos es a una enfermera muy preocupada por mí. Le doy las gracias me incorporo y me dirijo al baño. Esto es demasiado para mí, puede conmigo. No conocía mucho a Lara, pero la sentía muy dentro de mí, como la hermana pequeña que nunca he tenido. Pero no todo quedaría así, soy vengativa y no lo dejaría escapar, no ahora que le había visto la cara, y mi mente lo había reconocido, por segunda vez.

1 comentario:

  1. Por segunda vez?? Quién será?
    Una narración genial, espero tener noticias pronto de la continuación!
    Un abrazo ;)

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